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Año 6 #63 Enero 2020

El hombre que soñó las mil y una noches

A Las mil y una noches, colección de leyendas orientales de autor anónimo, pertenece esta breve y perfecta narración fantástica, traducida de la selección de Bennet Cerf, quien utilizó la versión de Richard Burton y que antologó Rodolfo Walsh.

 

El hombre que soñó las mil y una noches

Este texto apareció en el Tomo I de Antología del cuento extraño, antólogo Rodolfo Walsh.

Vivió cierta vez en Bagdad un hombre rico, que perdió todo su caudal y quedó tan desposeído que solo trabajando duramente podía ganarse la vida. Una noche se acostó a dormir, abatido y pesaroso, y vio en sueños a un personaje que le decía:

—En verdad, tu fortuna está en El Cairo. Ve allá y búscala.

Y el hombre se puso en camino del Cairo. Pero a su arribo lo sorprendió la noche y se acostó a dormir en una mezquita. Más tarde, por designio de Alá Todopoderoso, entró en la mezquita una banda de malhechores, que a través de ella penetraron en la casa vecina. Mas los propietarios, perturbados por el ruido de los ladrones, despertaron y dieron la alarma. Y en seguida acudió en su ayuda, con sus hombres, el jefe de policía.

Huyeron los ladrones, pero el Wali entró en la mezquita y encontrando allí dormido al hombre de Bagdad, lo prendió y le hizo dar tantos azotes con varas de palma, que casi lo dejaron por muerto. Arrojáronlo después a la cárcel, donde estuvo tres días. Cumplidos los cuales, el jefe de policía mandó buscarlo y le preguntó:

—¿De dónde eres?

Y él respondió:

—De Bagdad.

Dijo el Wali:

—¿Qué te trae al Cairo?

Respondió el de Bagdad:

—En un sueño vi a Uno que me decía: «Tu fortuna está en El Cairo. Ve a buscarla». Mas cuando llegué al Cairo, descubrí que la fortuna que me prometía eran los varazos que tan generosamente me habéis dado.

El Wali se rio hasta dejar a la vista sus muelas del juicio.

—Hombre de poco ingenio —dijo—, tres veces he visto yo en un sueño a alguien que me decía: «Hay en Bagdad una casa, en tal barrio y de tal aspecto, y tiene un jardín en cuyo extremo hay una fuente, y bajo ella una gran suma de dinero sepultada. Ve y tómala». Pero yo no fui; en cambio tú, por tu poca cabeza, has viajado de un lado a otro, dando crédito a un sueño que no era más que ocioso engaño de la fantasía.

Y le dio dinero, diciéndole:

—Con esto, regresa a tu país.

Y el hombre tomó el dinero y emprendió el regreso. Pero la casa que el Wali le había descrito era la propia casa que el hombre tenía en Bagdad. Y cuando estuvo en ella, el peregrino cavó bajo la fuente de su jardín y descubrió un gran tesoro. Y así, por gracia de Alá, ganó una maravillosa fortuna.

 

  • Anónimo
    Anónimo

    Había una vez... un imaginario colectivo

    Un elemento decisivo en la conformación del individuo y, por lo tanto de los pueblos en sí, son los cuentos tradicionales, esos que a los más afortunados nos contaban nuestras abuelas o nuestras madres cuando pequeños y que en las últimas décadas fueron suplantados y/o compensados progresivamente por los dibujos animados y las historietas. Historias de fantasía y heroísmo, con héroes y villanos, brujas y hadas, animales parlanchines y demonios perversos que imponen pruebas imposibles; los cuentos tradicionales dejan su marca tan indeleble como transparente en la conciencia de los pueblos. Cada cultura posee un imaginario que la define y a cada imaginario le corresponden sus propias historias...